
Un 22 de julio de 1964, Independiente escribía una de las páginas más gloriosas de su historia al eliminar al poderoso Santos de Pelé, bicampeón del mundo, en una noche inolvidable en la vieja Doble Visera.
Fue la primera gran hazaña copera del Rey de Copas, que lo depositó en su primera final de Copa Libertadores.
El Santos llegaba con toda su jerarquía: Pelé, Coutinho, Pepe… un equipo temido en todo el mundo. Pero en Avellaneda, el corazón, el talento y el fuego sagrado del Rojo pudieron más.
Aquella noche mágica, Bernao brilló con luz propia, llevando el potrero al campo de juego y marcando la diferencia con su clase. Fue una figura determinante dentro de un equipo inolvidable, que ya empezaba a forjar la leyenda copera de Independiente.
Esa victoria no fue una más: fue el primer paso hacia la conquista del continente, hacia el mito. El inicio de una mística que nunca se apagó.